Friday, December 5, 2014

Los lobos cambiando a los ríos*

*A propósito de nuestra conversación sobre el cambio climático y la importancia de acción individual

Nuestro universo ¿pequeño o grande?

¿Pequeño o grande? Asunto de perspectiva.

Wednesday, October 15, 2014

¡felicidades malala!


difícil resumir en una nota el temple, la inteligencia y la determinación de la joven pakistana malala yousafzai que a los 17 años resulta la más joven recipiente de un premio nóbel.

a los 15 años malala* fue víctima de un atentado por un miliciano de los talibanes y recibió varios disparos en la cabeza y el cuello. por abogar en favor de la educación de las niñas en pakistán y en el valle swat. casi milagrosamente malala se recuperó del atentado. en 2013 declaró: "volver al colegio me hace muy feliz. mi sueño es que todos los niños del mundo puedan ir a la escuela". esta determinación casi sobrehumana de malala ha sido el peor golpe publicitario en contra de la política de aislamiento y discriminación de la mujer de los talibanes. el nóbel de la paz llega a muy buen tiempo, cuando las fuerzas del obscurantismo de ISIS y el extremismo talibán amenazan con destruir los muy débiles derechos de la mujer en el mundo musulmán.

 *click here for nytimes story on malala (must see)

Tuesday, August 26, 2014

La literatura y la lectura

“La buena literatura nos ayuda a estar mejor armados frente a la vida y cualquier embauque. Te defiende contra la mentira, la manipulación y los falsos oropeles. Por eso es una barbaridad educar a la gente solo en las tecnologías”. -Mario Vargas Llosa (peruano, Premio Nobel de Literatura 2010, autor del Boom latinoamericano.)

Friday, August 22, 2014

Lluvia de mangos en Miami




Dra. R. Inguanzo

A ver, expliquémoslo como que deberían talarse todos (o casi todos) los mangos de Miami para plantar (rezando para que se diera igualito), semillas de este árbol de los primos. Otra manera de decirlo sería esta: Los primos deberían echar la casa abajo, demolerla, qué digo casa, la mansión de por lo menos un millón de dólares a una cuadras del mar que ellos mismos diseñaron y es un verdadero lujo moderno —la espaciosa cocina comedor, las habitaciones y el jacuzzi en la segunda planta, la terraza-azotea donde por un costado caen las ramas cargadas de frutos del esplendoroso árbol. Porque es muy probable que esta calidad del mango solo provenga de este árbol en especifico plantado ahí, en el patio de los primos.

No es un mango común, no puede serlo. Es un árbol enorme y frondoso, que tiene para sí casi la mitad de la propiedad. Grande para los lados y hacia arriba como tres pisos de puntal alto. Es un árbol que reina (como debería ser siempre en el caso de un árbol con estas dimensiones y regalías). La vecina de al lado ha podido constatarlo y beneficiarse agradecidamente de las ramas que van a dar a su patio. ¿Quién pudiera quejarse? Dicho así tampoco surte efecto porque ¿cómo explicar al mango y los mangos que da? Es un árbol suculento y desmedido. Ayer cuando llovió con tanta fuerza como es común que suceda aquí, la prima dejó dicho en un mensaje de texto: “Lluvia de mangos. Vengan a buscarlos”. Y hoy cuando fuimos a recoger la ración generosa que nos toca, pudimos ver que tenían varias cajas llenas de los mangos recogidos; había además muchos mangos por recoger y muchos, muchísimos mangos ya rojos-amarillos, maduros, a punto de caer de las ramas cargadas de frutos en diferentes etapas de maduración. Es como para sentarse en la terraza a esperar que caigan. Lluvia de mangos tiene que haber sido, qué duda cabe. Una avalancha de 200 a 300 mangos en su punto, propulsados por la persistencia del agua y la magnitud de los truenos. Si a nosotros que nos separaron una porción del total, nos tocaron unos cuarenta mangos. Imagino la escena: el gran diluvio y el sonido de los mangos jugosos al caer (sí, porque aquí se desatan fuertes tormentas de corta duración pero que pueden desplumar un avestruz o arrancarle el techo de la casa). Dice la prima que en un día cualquiera, durante esta época de año, al sonido de un mango que cae, o de los mangos cayendo (el árbol produce demasiados), pues dice que al sonido del mango sobre la tierra o contra el pavimento, salen disparados los tres a ver quién lo agarra primero; con ellos también rompe a correr Cuca, la perrita de la casa, lista y solariega, adicta a los mangos que come sujetándolos entre las dos patitas delanteras. Mangos espectaculares, que chorrean almíbar o miel de mango por la piel (¿o he de decir cáscara?); huelen tanto que perfuman el automóvil, las manos, la casa, mientras esperan ser comidos. Como ya empezó el calor fuerte de junio los maduros van al refrigerador para comerse frescos. Y como son tantos y maduran rápido el primo pronto preparará la exquisita mermelada que nos durará hasta después de la temporada. Ni qué decir del sabor de estos mangos. Y mira que en Miami se pueden comer sabrosos en cualquier lado; pero estos superan a cualquier otro; hasta los deliciosos mangos biscochuelos que trajimos del Farm’s Market la semana pasada, son nada comparados al manjar de los primos.

Es todo lo que se espera del mango más sabroso, llevado a la perfección. Además de que cualquier mango de estos produce un gran placer estético. Es época de mangos, y eso que al principio del verano los primos estaban recelosos porque les parecía que los vientos de la primavera habían desflorado tempranamente al mango y que este año vendrían a cuentagotas. Pero los primeros aguaceros reventaron al árbol y una tiene la dicha de hartarse de los mangos más ricos de la tierra.

Y una nota agridulce: Hoy mientras comíamos mango recordé que en La Habana, el último día antes del regreso a mediados de febrero, descubrimos el paladar Mediterráneo, en G y 13, donde preparan una comida criolla deliciosa. La camarera, que parecía más joven de veintiún años (pero todas ellas responden lo mismo aunque lucen más tiernas), me había ofrecido ensalada de frutas con el agregado de un mango que solo él nos saldría en 6CUC. Trató de vendernos el mango aquel esmirriado, pero no pudo convencernos. No es una pedantería; creo que es una falta al pudor que en el trópico un mango cueste 6CUC, ni aun fuera de temporada, como era el caso. Le dije con algo de pena y disimulada jactancia que jamás pagaría seis dólares (el equivalente) por un mango porque en Miami los encontraba en todos lados y se daban en cualquier patio. Hablé entonces de la abundancia de frutas y productos alimenticios que hay aquí y de la facilidad para conseguirlos; mientras conversábamos la mirada de Yusimi era tan bonita, y vi su ansiedad contenida, como si le pasara una película por la frente.